El origen de los límites disfuncionales
Como lo he mencionado por varias ocasiones, es en la niñez y son nuestros cuidadores principales los que nos marcan desde nuestra infancia, es de ellos que aprendemos todas nuestras creencias, que más tarde guían nuestros comportamientos.
Pía Mellody en su libro la codependencia, sobre el que estoy comentando, dice así:
“Conociendo al codependiente se puede saber qué sistema de límites tienen sus padres. Si los límites de los padres son inexistentes, el hijo por lo general tampoco desarrolla límites. Si los padres tienen límites dañados, el hijo siempre presenta sistemas de límites dañados del mismo modo. Por ejemplo, si una mujer no tiene buenos límites en torno al esposo, es muy probable que su hijo o hija carecerá de límites funcionales intactos entre ella y la persona con la que se case. Si un progenitor tiene muros y el otro límites inexistentes, los hijos bien pueden convertirse en adultos que oscilan entre ambas alternativas”.
Lo lamentable es que realmente no nos damos cuenta de estos comportamientos y de la forma en que llevamos nuestra vida y las decisiones que tomamos ya que no analizamos por qué hacemos lo que hacemos; es probable que ni siquiera sepamos que hay que tener límites tanto internos como externos (como ya lo hemos hablado anteriormente) y es ahí donde nuestra vida se hace ingobernable. Ingobernable porque aunque creamos que lo tenemos todo bajo control, nuestra paz interior no lo está, siendo ésta la que debería ser uno de nuestros principales objetivos. Tener paz es mejor que tener la razón, créanme!
Es muy normal asumir que nuestra conducta es la correcta porque pensamos que somos nosotros los que debemos satisfacer nuestros deseos no importa qué, hasta cierto punto ser nosotros primero es lo ideal, pero frecuentemente olvidamos normas de conducta y confundimos los parámetros con que éstas conductas deben ser manejadas.
Por ejemplo, abrazar a una persona porque queremos hacerlo, pero, le preguntamos a esa persona si quiere recibir un abrazo nuestro? A veces inclusive ignoramos totalmente el mensaje no verbal que ella nos envía al extendernos la mano solamente, cuando la vamos a saludar. Eso es falta de límites externos, pero no lo sabemos. Más tarde nos preguntamos qué le hice yo a esa persona para que me trate así? Para que no quiera que la abrace? porque desde luego que cuando recibió un abrazo no deseado su energía no fue la mejor y eso lo sentimos instantáneamente, somos seres de energía y estamos todos interconectados por ella. Y esa actitud desde luego no nos da paz.
Se han visto alguna vez en la situación de que su esposa les pide que la lleve a ella y a los niños a pasear el domingo y usted acepta, al día siguiente llama su madre e invita a toda la familia a comer a su casa ese mismo domingo y usted dice sí, es su madre! No se lo puede negar, la abuela quiere ver los nietos. Sin saber qué hacer enojado y asustado pasa toda la semana culpando a las dos por ponerlo en esta situación y pensando a quién realmente agradar. Llegado el día se decide por su madre y los planes de su esposa se van abajo, siendo ella la que tiene que sacrificar su paseo, es comprensible su malestar y enojo. Con culpabilidad pero sin reconocer y admitir su indecisión, lo único que se le ocurre a usted es culparla a ella por el problema y por su falta de comprensión! Eso es no tener límites internos, culpar a otra persona por los errores de uno.
A esta situación le podríamos agregar que no hubo la suficiente comunicación y confianza para dialogar del tema, buscar una solución y tomar la decisión más adecuada.
Estamos frente a una situación de falta de límites internos, culpar a otra persona por no tomar uno la decisión. La incapacidad de asumir la responsabilidad de lo que él mismo preferiría hacer. Resultado? No hay paz ni interna ni de pareja.
En el campo sexual es donde más vemos la falta de límites. Hay la creencia o por lo menos la costumbre de que si el hombre quiere tener relaciones sexuales así se hará aunque la esposa no lo desee. Si ella ya ha dicho no porque no se siente en el ánimo de hacerlo y él insiste hasta que terminan teniendo relaciones, a ella le tocará tragarse su cólera por admitir el acto sexual, pero luego se sentirá usada y no amada. Si ella tiene buenos límites y los defiende, más tarde el esposo seguramente reaccionaría castigándola de algún modo ya sea con ira, silencio u hostilidad. En muchas culturas estas acciones no son comúnmente consideradas ofensivas o abusivas, pero representan los actos de un ofensor codependiente que tiene límites dañados con la esposa, incapaz de reconocer la existencia de los límites de ella.
Por otro lado, hay personas que tienen los límites dañados solamente cuando están saliendo con alguien en plan de enamoramiento. En el trabajo, con la familia y amigos saben bien lo que piensan y lo que sienten y toman sus propias decisiones de lo que harán o dejarán de hacer, pero en una cita con un hombre o mujer pierden esa capacidad misteriosamente y esperan que él o ella apruebe sus opiniones, sus sentimientos y sus conductas. Hacen lo que sea para agradarlo(a) hasta pasar todo un día sufriendo en un evento o haciendo actividades que detestan solamente para que él o ella esté feliz. Le pregunta muy frecuente cómo se siente, cómo está y si detecta una pizca de irritación o malestar, de inmediato se culpa preguntándose qué ha podido decir o hacer para ello. Por tener sus límites dañados, salir con un pretendiente es una experiencia desdichada y frustrante. Pregunta: cuántas veces nosotros hemos actuado así?
Han conocido o conocen a personas muy brillantes en su trabajo pero que tienen muy pocos amigos y el comentario de quienes las rodean es que a pesar de ser guapos o en caso de mujeres, atractivas, su expresión es de rudeza y que a más de ser irritables son difícil de agradar. Los pasatiempos de estas personas son ir al cine solas, ver películas en casa, solas, pasar en su casa de campo en soledad o cualquier actividad que puedan hacer solas. Eso es usar muros de cólera en lugar de límites externos intactos, se mantienen al margen de todo lo que sea contacto social o emocional con otras personas en su afán de nos salir heridas.
O han visto a personas que son de lo más lindas pero también frágiles y tímidas, que dan respuestas muy breves a comentarios, que casi nunca te miran a los ojos o toman la iniciativa en la conversación? Son tan temerosas por su propio desempeño que evitan salir con alguien inclusive con amigas y si lo hacen no se sienten capaces de mantener una conversación o escuchar a su amiga o amigo que desea contarle sus problemas. Ellas piensan que no están en la capacidad de darles ninguna opinión valedera. Esta opinión personal las lleva a ni siquiera escuchar a su amiga(o) por no saber qué decirle. Ese muro de miedo, en lugar de un límite interno es lo que las hace mantener distancia emocional e intelectual para mantenerse seguras. Estas personas también prefieren la soledad o quedarse en casa y rechazan invitaciones, fiestas y muchas veces hasta noviazgos y matrimonios, aunque amen a la persona, porque temen que los otros atraviesen su muro de defensa y abusen de ellas. Sus reacciones serán a veces de cólera, brusquedad o antipatía que terminarán enemistando a los otros y frustrarán a las dos partes.
Como se habrán dado cuenta, es posible usar muros de cólera, miedo, silencio o palabras, en lugar de límites externos, para controlar la distancia física y sexual y el contacto con otros. También pueden usarse estos muros en lugar de límites internos, para no hacer saber a otras personas quiénes somos en realidad pero tampoco escucharlas cuando ellas nos quieren decir quiénes son.
Elevar nuestro nivel de consciencia dándonos cuenta a cada instante del porqué de nuestras actuaciones y si realmente eso es lo que queremos, es la mejor manera de romper con el abuso en que nosotros mismos nos metemos al tener el “no” dañando o al dar a otras personas la responsabilidad de nuestras vidas y por ende las decisiones en ella. Es decir, permitir que vivan nuestras vidas!! Cuando nos valoramos, nuestra Autoestima nos hace actuar diferente.